"La Medida exacta del Templo, se mide con una vara. Levantad la Vara y sereis bien medidos".

martes, 24 de agosto de 2010

"La Iniciacion Egipcia".


LA INICIACION “EGIPCIA”.

Ponemos A su disposición otro capitulo del Escritor Esoterista Jorge Adoum (mago JEFA).
Para comprender los grandes Misterios de lo que es realmente la INICIACION y sus caminos secretos, hacia adentro y hacia arriba.


LA INICIACIÓN EGIPCIA
Y SU RELACIÓN CON EL HOMBRE
41. “Todo aspirante debe comprender los misterios de la Iniciación
antigua para
entender y practicar, a conciencia, la verdadera Iniciación moderna.
Todos los Misterios
Antiguos eran símbolos de hechos futuros que deben suceder. Para
comprender la Verdad
debemos estudiar los símbolos antiguos que constituyen el camino más
directo a la
Sabiduría.
42. Los egipcios practicaban la Iniciación en la Gran Pirámide. Ese
monumento
maravilloso jamás fue tumba de faraón alguno, como pretenden demostrar
algunos
expertos. La Gran Pirámide es fidelísima copia del cuerpo humano y
podemos decir,
simbólicamente, que es la tumba del Dios Íntimo que se halla dentro
del hombre.
Para volver a la Unidad con el Dios Íntimo, el hombre debe buscar su
propia
Iniciación en su mundo interno, tal como en los tiempos antiguos el
principiante debía
penetrar al Interior de la Gran Pirámide en busca de la Gran
Iniciación.
Todas las religiones y escuelas materializaban y continúan
materializando los
misterios, por dos razones: para velarlos a los ojos de los profanos y
para facilitar su
comprensión por el candidato.
43. Amedes le dice a Sethos, cuando llegan al pie del misterioso
Santuario de la
Iniciación:
“Sus caminos secretos conducen a los hombres amados por los dioses a
un fin que
ni siquiera puedo nombrar. Es indispensable que ellos hagan nacer en
sí el ardiente deseo
de alcanzarlo. La entrada de la Pirámide está abierta a todo el mundo,
pero compadezco a
quienes tienen que buscar la salida por la misma puerta cuyos umbrales
franquearon, no
habiendo conseguido sino satisfacer muy imperfectamente su curiosidad
y ver lo poco que
les es dado contar”.
Sin embargo, el aspirante insiste en su propósito de recibir la
Iniciación y escala,
detrás de su Maestro, el lado norte de la Pirámide hasta llegar a una
puerta cuadrada,
siempre abierta, de reducidas dimensiones (tres pies de largo y tres
de alto), que da acceso a
un pasadizo estrecho.
El discípulo y su guía lo recorren arrastrándose con dificultad. El
guía va delante
con una lámpara, símbolo del saber humano, que apenas alumbra su
camino.
La palabra Pirámide viene de pyr, fuego, o sea espíritu. La Iniciación
en la Pirámide
equivale a la comunicación con los grandes misterios del Espíritu, “la
Unión en el Reino de
Dios Interno con el Padre”. El fuego de que se habla aquí no es el
fuego material, ni
tampoco el fuego o luz de los soles, sino otro fuego, mil veces más
excelso: el del
Pensamiento.
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44. La Gran Pirámide Iniciática, a la que penetraba el candidato, es
el símbolo de
nuestro propio Cuerpo. En efecto, ¿dónde, si no en él, nos iniciamos,
más o menos, a lo
largo de la vida y de las vidas?.
En esta Gran Pirámide-Cuerpo nos iniciamos evolutivamente, hasta
llegar a la
condición de Adeptos Divinos, iniciadores, a nuestra vez, de los seres
inferiores a nosotros.
La puerta estrecha de la Pirámide es la misma puerta estrecha del
Evangelio, que
conduce a la salvación. Está siempre abierta, pero para entrar por
ella, el hombre debe
inclinarse o doblarse, conduciéndose a sí mismo al mundo Interno con
el pensamiento. El
pasadizo angosto es el camino abrupto y penoso que conduce al Reino de
Dios dentro del
cuerpo, porque el camino de la perdición es ancho, dice Jesús; el Guía
es el buen deseo o
aspiración y el candidato es el hombre.
45. Después de muchas angustias, de breves instantes que le parecen
siglos, el
aspirante llega a una habitación de regulares dimensiones (dentro de
la caja torácica). Allí
lo reciben dos Iniciados (dos intercesores: el YO SUPERIOR y el ÁNGEL
DE LA
GUARDA). Ambos son creados por el propio hombre, con la mejor de sus
aspiraciones
presentes y pasadas, pero no debe hacerles pregunta alguna. Más, como
el aspirante ignora
esta prohibición, trata de pedirles explicaciones, pero se le informa
que no debe malgastar
su tiempo ya que no obtendrá respuesta a nada, pues los intercesores
no son sino sus
propias criaturas (y solamente el Dios Íntimo puede dar respuestas
verdaderas).
Esos dos intercesores llevan el pensamiento al mundo interno y entran
en un largo
corredor que conduce al borde de un precipicio profundo e insondable
(el precipicio de las
tentaciones de los deseos, que conduce a la parte inferior del cuerpo
físico; el aspirante
debe ser tentado con esta prueba y tiene que bajar al pozo oscuro de
su propio cuerpo).
46. Una luz, emanada del intelecto, puesta al borde, le permite
apreciar el peligro de
la espantosa caída (cuando el pensamiento se dirige a ese mundo
inferior y en él se deleita).
Mirando con atención, el aspirante distingue unas barras colocadas a
un lado de la negra
cueva y que permiten, aunque no sin riesgo, el descenso (del
pensamiento) por ellas, a los
hombres de mente firme y ánimo imperturbable.
El aspirante prefiere bajar para no sufrir las dificultades del
regreso. A bastante
profundidad terminan las gradas (las costillas) sin llegar aún al
fondo. En la última grada (la
del vientre) busca una solución al terrible problema y entonces
encuentra en la pared una
abertura o ventana angosta por donde puede entrar a otro corredor,
siempre descendente,
pero en forma de espiral estrecha. Al fin de ese pasadizo, el neófito
tropieza con una sólida
puerta. La empuja, ella cede, pero al cerrarse tras de él, golpea en
los quicios y produce un
fragor infernal.
47. Sigue adelante, mas otra grada le corta el paso. Al aproximarse ve
que continúa
un corredor bajo y estrecho, sobre cuya entrada brilla una
inscripción: “Todos los que
recorren esta senda, solos y sin mirar atrás, serán purificados por el
fuego, por el agua y por
el aire. Si consiguen vencer el miedo (de la mente) a la muerte,
saldrán del seno de la tierra
(de la profundidad del cuerpo humano), volverán a ver la luz (del Sol,
en el corazón) y
tendrán el derecho de preparar el alma para recibir la revelación de
los misterios de la gran
Diosa Isis (los misterios de la naturaleza humana)”.
(Desde su entrada por la puerta de la Pirámide, o por su propio
corazón, el aspirante
ha tenido que avanzar, hasta aquí, por cuatro corredores que se
comunican entre sí mediante
aposentos o gradas). El pensamiento, durante esa penetración, tiene
que recorrer los cuatro
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corredores que unen y comunican los cuatro poderosos centros mágicos
del cuerpo
humano, que llevan a las cuatro etapas inferiores del mundo interno
siguiendo las leyes
cósmicas de la involución; pero, una vez llegado a la última etapa,
comienza nuevamente su
ascenso tras haber sido probado, en su evolución, por el fuego, por el
agua y por el aire.
48. El aspirante sigue el camino de la Iniciación.
Aunque nadie lo vea, está siempre vigilado por sus intercesores: a la
menor
debilidad, acudirán presurosos y, por otros pasadizos, lo conducirán a
la puerta de entrada
para que se reintegre a la Luz y a la vida exterior, no sin haber
jurado que a nadie referirá lo
ocurrido. El perjuro será terriblemente castigado, porque ese descenso
a las etapas ínfimas
confieren al aspirante los poderes de las tinieblas y ¡ay de quien se
atreva a comunicar a los
demás esos poderes o los utilice para fines personales!.
Al final del oscuro corredor, el aspirante encuentra a tres iniciados
que tienen la
cabeza y el rostro cubiertos con la máscara de Anubis. (Hay tres
iniciadores de los tres
cuerpos, que nos guían por esas etapas antes de que lleguemos al altar
de los Misterios
Mayores).
49. Esa puerta es, en la Iniciación, la puerta de la muerte. Uno de
los enmascarados
dice al aspirante: “No estamos aquí para estorbar tu paso. Puedes
continuar si los dioses te
conceden el valor que necesitas; sabe, sin embargo, que si traspasado
este lugar, llegas al
fuego sagrado de tu Divinidad y tratas, en cualquier momento, de
retroceder, aquí estamos
para impedir que huyas. Hasta ahora eres libre de retroceder; mas, si
sigues adelante,
perderás la esperanza de salir de estos lugares sin obtener la
victoria definitiva. Aún es
tiempo: ¡decídete! Si renuncias, aún puedes salir por este corredor
(que da hacia el mundo
exterior) sin volver la vista atrás; si avanzas, sigue el camino del
frente (que te conduce al
centro de la médula espinal), por el cual debes subir al cielo. Debes
recorrer ese camino sin
vacilación (si no quieres ser retenido en tu propio infierno).
Escoge”.
50. Tras responder el aspirante que nada le arredrará, los tres
guardianes lo dejan
pasar, cerrando la puerta (la cuarta). Otra vez queda solo en un largo
pasadizo en cuyo
extremo advierte un resplandor. A medida que avanza, la luz se vuelve
más intensa, hasta
ser deslumbradora. Luego llega a una sala abovedada donde, a lado y
lado, arden piras
enormes cuyas llamas se entrecruzan en el centro (la base de la
columna vertebral).
Esa parte está cubierta por un enrejado incandescente. Los clavos le
impiden al
aspirante poner el pie en un lugar donde no arriesgue quemaduras y, al
transponerlo, hay no
solamente el peligro de perecer abrasado sino también el de morir
asfixiado en ese
ambiente irrespirable.
Cerrando los ojos penetra en la habitación ígnea; pero ¡oh increíble
encanto!, al
tocar los pies el enrejado fino (cuando el pensamiento puro penetra
sin temor en el fuego
sagrado), las llamas desaparecen, las hogueras se apagan al instante y
el paso por ellas se
vuelve posible sin temor a que se trate de una mera apariencia: es una
realidad tangible. En
las entrañas sobremanera misteriosas de nuestro cuerpo, como en las de
nuestro planeta,
arde, según la física, un gran fuego y duerme, según la metafísica, un
fuego más intenso
aún: el fuego del pensamiento Cósmico. Esos fuegos, ocultos a la vista
del profano que vive
fuera del Templo, son vistos y sentidos por el Iniciado.
51. Juan decía a sus discípulos: “Yo os bautizo verdaderamente con
agua; pero el
que vendrá después de mí os bautizará con fuego y con el Espíritu
Santo”. Juan, el asceta,
la mente carnal, no puede comunicar a sus discípulos mayor sabiduría
que la de los
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misterios relacionados con el ámbito de la materia, cuyo símbolo es el
agua, mientras que la
sabiduría que comunicaría Jesús, como Iniciado en los Misterios
superiores, era el propio
fuego de la Sabiduría, nacido de la verdadera Gnosis o real
Iluminación Espiritual.
52. Debemos comprender aquí la naturaleza de ese fuego. Dijimos ya que
no se trata
del fuego físico sino del aspecto superior de ese elemento. La prueba
del Fuego Superior a
que se somete al aspirante en la Iniciación Interna, lo pone frente a
sí mismo, o sea la
naturaleza divina frente a la naturaleza terrena. Es el viaje de
regreso, el viaje mental a su
propia Divinidad. Debe atravesar para ello las esferas de los Señores
de la Llama, así como
las atravesó en su viaje de involución o descenso.
El Poder Ígneo del hombre es lo que lleva a la Humanidad a su
prosperidad
espiritual y material y da origen a los Maestros y Guías de las
Naciones.
En esas esferas residen los Señores de la Llama y cuando el aspirante
a la vida
superior los evoca por la Iniciación Interna, dentro de la parte
inferior del cuerpo Sus
llamas consumen lo inferior, lo mezquino, lo denso y lo grosero y lo
convierten en Dios
Omnipotente.
Esas llamas, en el cuerpo humano, constituyen el Fuego Creador y son
las
emanaciones del Espíritu Santo - Tercer aspecto del Dios Íntimo -; por
ellas el hombre se
acerca a su Divinidad.
Para poder atravesar el mundo de las llamas divinas son necesarios un
pensamiento
y un cuerpo puros, castos y fuertes.
El Mundo de los Señores de la Llama tiene siete divisiones, como los
demás
mundos, pero esas etapas o divisiones se penetran mutuamente. En la
parte superior
gobierna el Dios Ígneo de la Luz y en la parte inferior domina el
demonio del humo.
En la Humanidad actual predomina el elemento ígneo con humo y por ello
hay
guerras de destrucción, particularmente con fuego e incendios, al paso
que los Iniciados
tratan de dominar el mundo por medio de la Luz pura y no por medio del
Fuego destructor.
El fuego del Sol Central y su representante en la cabeza arden más no
queman, a la
manera de la zarza de Horeb, mientras que el fuego del sol físico
quema y arde por su
rebelión contra el Sol Central, como sucede en el cuerpo físico.
53. El pensamiento es un poder que tiene sonido, calor y forma. Una
vez dirigido
hacia la parte inferior del cuerpo, asciende el fuego sagrado, mas la
Pureza del pensamiento
y su castidad eliminan del fuego su humo y su calor destructivo y
dejan solamente Su Luz,
y Dios es Luz. Entonces el Iniciado es elevado por los Ángeles de la
Luz al Trono de la
Luz.
Todo hombre debe pasar por esas etapas, mas los que toman el camino
del regreso,
ascendiendo, son los magos blancos o hijos de la Luz, mientras los que
se detienen en esas
esferas se convierten en magos negros o hijos de las tinieblas.
En ese viaje mental el Pensador procede a la iniciación de sus átomos;
únicamente
la pureza y la castidad pueden librarlos del Infierno del Fuego y
tinieblas para conducirlos
al Cielo de la Luz pura, libre de todo humo y ardor.
El hombre que domina sus instintos se hace servir por esos dioses
elementales del
Fuego.
54. Siguiendo luego por otras galerías, dentro de su propio organismo,
el aspirante
iba a desembocar en la líquida extensión que invadía toda la amplitud
de un subterráneo. En
el otro extremo se distinguía, al fin, una escalinata. Era preciso
vencer el peligroso
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obstáculo y, consecuentemente, el aspirante se desnudaba, rápido, y,
sosteniendo sus ropas
enrolladas en lo alto de la mano con que sujetaba la lámpara, se valía
de la otra para nadar y
vencer la corriente de las aguas agitadas (de los deseos).
Antes de serle autorizado el ingreso para llevar a término sus deberes
de sacerdocio
en el mismo santuario, el aspirante debía ser sometido a la prueba del
agua. El divino Jesús
cumplió esa ley en el Jordán, donde pasó por el rito místico del
bautismo de agua. Dícese
que entonces el Espíritu Santo descendió sobre Él.
Cuando el aspirante se somete a la prueba del agua siente que se
desprende de su
cuerpo físico y de sus cinco sentidos; esta separación es parcial,
como la que se
experimenta en los momentos de entrada al sueño. El hombre, pasando
primero por la
prueba del fuego y luego por la del agua, sigue la misma evolución del
planeta Tierra, que
un día fue ígneo y que, al enfriarse por el contacto con el espacio,
generó humedad que, al
evaporarse, se elevaba y luego caía hasta que llegó a ser agua. De
modo que, por la acción
del calor y el frío, se formaron los espíritus de la tierra, del agua
y del aire que hasta hoy
siguen conformando el cuerpo humano. O sea que esos elementales nos
acompañan desde
la remota edad de nuestra formación física.
Una vez descritos los elementales del fuego, debemos decir algo sobre
los del agua,
o ángeles del agua, distinguiendo siempre entre el agua física y sus
elementales.
55. En la Iniciación interna, después de vencer los elementales del
fuego,
dominando el instinto, el Iniciado tiene que dominar los elementales
del agua o de los
deseos. Y es preciso distinguir la diferencia que existe entre el
instinto y el deseo.
La prueba del agua es el símbolo del vencimiento del cuerpo de los
deseos. Debe
advertirse al candidato que, para regresar al Cielo del Padre, a la
Unión con Él, tiene que
deshacerse de los groseros goces de la carne sin menoscabar su
inclinación a los gozos
espirituales.
El fuego que radica en la parte inferior del cuerpo es el del
instinto; el de los deseos
se encuentra en el hígado y ambos influyen en la mente, con
participación de ella.
El Aprendiz, después de seguir por otras galerías en su cuerpo, llega
al hígado,
morada del cuerpo de los deseos.
El Rey elemental del agua reside en esa víscera que dirige sus huestes
en el cuerpo
por medio de los deseos.
Nuevamente debemos insistir en la necesidad de no confundir el agua
con su
elemento superior, que es el Deseo, así como no debe confundirse el
cuerpo con el Espíritu.
El mundo de los elementales del agua es como un vapor diáfano; sus
habitantes son seres
vivos e inteligentes que intensifican nuestros deseos e impresiones.
Los elementales del agua se apoderan de la sustancia mental para
adoptar la forma
deseada; sin embargo, al verlos desde adentro, se asemejan a una
constelación y por eso los
ocultistas llaman mundo astral al mundo de los elementales del agua,
por su similitud con
los astros.
56. Cuando el Iniciado vence ese mundo y ese cuerpo astral de los
deseos en su
hígado, puede penetrar en la inteligencia de la naturaleza y levantar
el velo de Isis.
El hombre que se entrega a la satisfacción de sus deseos groseros se
encuentra asido
por estos, como por un pulpo: ellos se apoderan de los átomos mentales
para crear formas
con las cuales encadenan al hombre.
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Esos elementales tienen sus escuelas internas dentro del hombre,
aunque dan sus
enseñanzas solamente a las personas que los dominan y ese dominio debe
basarse en el
amor.
Los elementales del agua admiran y respetan mucho a los seres que se
sacrifican por
los demás y a los que enfrentan el peligro para salvar a los
náufragos.
Las siete divisiones de ese mundo están pobladas por elementales de
desarrollo
diferente. Los inferiores nos incitan a los deseos bajos, mientras que
los superiores nos
enseñan la sabiduría de las edades pasadas, cuando la chispa Divina
del hombre penetraba
en la densidad de la materia.
Cuando un hombre domina sus deseos, los elementales del agua acuden a
servirle
con obediencia, buscando así llegar a la inmortalidad por medio de la
energía que reciben
de lo Íntimo del hombre.
57. Al llegar a la otra orilla, el neófito se vestía y, tras un breve
descanso,
comenzaba a subir la escalinata en cuya cima había una plataforma
fronteriza y una gran
puerta con dos argollas fijas a ella, como llamadores.
Al empujarla, perdía apoyo en el descansillo y el neófito quedaba en
el aire, colgado
de las manos, sacudido por un furioso vendaval y sin lumbre, por haber
dejado caer la que
llevaba, para agarrarse a las argollas. Después de algunos momentos de
angustia y terror,
que debían parecerle eternos, cesaba el viento. El neófito volvía a
sentir, bajo sus pies, el
terreno firme del descansillo y, ante sus ojos atónitos, se abría la
puerta para ponerle
delante un magnífico templo intensamente iluminado.
La prueba del aire pertenece al mundo mental.
58. En la región abstracta del mundo de la mente habitan los
elementales del aire,
que desempeñan un papel importante en la evolución del hombre. Allí se
encuentra también
nuestra mente propia, heredada de nuestro pasado remoto.
Los elementales superiores del aire poseen la inspiración en cualquier
ciencia o arte;
los inferiores se interesan mucho por los fenómenos espirituales.
En la Iniciación interna el neófito debe dominar los elementales
inferiores para ser
servido por los superiores. Una vez dominados los primeros y servido
por los otros, el
hombre llega a la omnisciencia, pudiendo entonces conocer o, mejor,
reconocer las
historias del pasado y ver el futuro. Podrá saber, con exactitud, la
hora de su muerte y
librarse de los tormentos ilusorios y alucinantes de las regiones del
Infierno y el Purgatorio.
Los elementales del aire estimulan y guían nuestra mente hacia los
pensamientos
altruistas y elevados, gracias a la visualización interna.
Con tal visualización podemos concentrar y aprender todas las ciencias
y religiones
del pasado y, al mismo tiempo, crear nuevas ciencias y religiones de
mayor perfección.
59. Cuando un hombre domina el fuego sexual en la prueba del fuego,
impregna la
región de su mente con sus átomos luminosos, solares, cuyo brillo
infunde profundo respeto
a los elementales del aire.
Por su omnisciencia llega el Iniciado a saber la razón de las cosas
sin necesidad de
pensar en ellas, porque ese saber está dentro de nosotros mismos y,
para comprenderlo, no
debemos vacilar. Entonces el hombre no huye del peligro porque sabe de
antemano lo que
va a suceder y cómo ha de ponerse en lugar seguro.
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Los elementales del aire son los depositarios de los archivos de la
naturaleza; todo
cuanto desea saber el hombre lo encuentra en los archivos, en manos de
esos elementales
que habitan dentro de nosotros.
Los elementales del aire son los que leen los pensamientos ajenos y
comunican esa
lectura al hombre, a quien respetan y sirven. Jamás se manifiestan a
la gente orgullosa o
vanidosa. Son muy amigos de los simples y humildes y por ello vemos
que muchas
verdades salen de boca de los niños y de los pobres de Espíritu, como
dice el Evangelio.
Nos dice también que, después de su tentación en el desierto, Jesús
fue servido por ángeles
que no eran otros que los elementales superiores del aire. Nadie que
sea orgulloso de su
mente y su saber humano logra dominar a las Potestades del Aire, como
las llama San
Pablo, pese a que son muy obedientes a los que alcanzan el dominio
mental por la
concentración, siempre que esta tenga una finalidad constructiva.
60. El orgullo y la magia negra pertenecen a la división inferior de
esos elementales.
Muchas veces enloquecen y enferman a sus médiums y producen en ellos
perturbaciones
mentales. La Legión que fue dominada por Jesús y sacada de los dos
locos sensitivos que
vivían en los cementerios, era la división inferior de los elementales
del aire, porque hay
personas que se dedican a la nigromancia y otras ramas de la
adivinación, sea por lucro
personal o por vanagloria, y caen en las redes de los elementales
inferiores al ejercer tales
dones de manera inadecuada.
El mundo mental inferior es dominado por el Enemigo oculto en
nosotros. Él tiene a
sus órdenes a las huestes inferiores del aire, mientras que los
elementales superiores son
huestes del Pensador Padre de la creación, que los envía al hombre en
forma de intuición o
de inspiración superior a través del corazón.
Los superiores son defensores de los órganos delicados del cuerpo
astral, mientras
que los inferiores los rompen para dejar pasar, por las roturas,
ciertos conocimientos del
más allá.
61. La concentración del Adepto o Santo puede compararse a una
evaporación de la
Inteligencia para llegar al conocimiento de los misterios ocultos; mas
las provocaciones de
los espiritistas, hipnotizadores y otros, tienen por objeto la
materialización de lo sutil y
diáfano para poder juzgar a través de los sentidos físicos. El primer
método espiritualiza la
materia; el segundo materializa lo espiritual creyendo, de ese modo,
poder conocerlo.
Todo discípulo que se vanagloria de sus poderes ahuyenta de sí a los
elementales
superiores del aire.
62. La mente humana tiene, en sus movimientos, analogía con el aire:
así como no
se puede retener ni dominar el aire, sólo consigue dominar el
pensamiento quien alcanzó,
en su Iniciación, los grados superiores.
La finalidad de la Iniciación externa es dar al aspirante un símbolo
de la dominación
de sus pensamientos después de haber dominado sus instintos y
emociones. Esa es la única
verdad que lleva a la Unidad.
Una vez terminadas sus pruebas y vencedor en todas, entraba el
aspirante en su
magnífico Templo Interior, iluminado por la Luz divina.
63. Desde el altar avanzaba el Sacerdote, lo felicitaba por su firmeza
y valor, le
ofrecía un vaso de agua pura, símbolo de su Iniciación y
perfeccionamiento moral. En
seguida, se arrodillaba ante la triple imagen de Osiris, Isis y Horus,
la Trinidad Sagrada.
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Siguiendo ese maravilloso relato en el mundo interno podemos llegar a
significados
sorprendentes.
Cuando el aspirante triunfa en sus pruebas internas dentro de su
propio Templo-
Cuerpo iluminado, llega hasta su corazón, el Altar del Dios Íntimo;
entonces se adelanta a
recibirlo el Gran Sacerdote, el símbolo del Hombre Perfecto, que es el
Átomo Nus que vive
siempre cerca del Altar Divino en el hombre y está esperando al
discípulo en su viaje
mental para guiarlo hasta su propia Divinidad. El Átomo Nus, después
de felicitarlo, le da
de beber el agua de la Vida Eterna como recompensa a su llegada al
Reino de su Padre
Interno. En seguida, arrodillase frente al Altar, ante las tres
representaciones del Dios
Íntimo que son: el Poder, el Saber y la Manifestación, la Trinidad
Sagrada.
64. Pero todavía no está unido con su Íntimo: se encuentra, apenas,
ante sus
atributos.
Con esa ceremonia concluía la primera parte material de la Iniciación.
El aspirante tuvo el valor y la fuerza necesarios para su adelanto;
pero eso no es
todo: aún le falta saber si, no habiéndolo vencido el terror, no lo
avasallarán las seducciones
del bienestar, de la pasión y del placer.
Para demostrarlo, y sin que el aspirante lo advierta, en el transcurso
de su educación
iniciática debe ser tentado como Jesús en el desierto, a fin de
apresurarse a cumplir sus
obligaciones de vida pura y dominio de los apetitos y sensaciones.
Si venciera sería un discípulo de la Iniciación; si, por el contrario,
lo venciesen sus
apetitos y pasiones, sería sentenciado a permanecer en la categoría
inferior hasta que
aprenda a vencerse a sí mismo.
65. Durante las pruebas morales y la meditación el aspirante aprende,
en las
escuelas internas, toda la sabiduría: el significado de las ceremonias
religiosas, la
simbología, la conciencia y la magia de los números y letras, la
relación de la astronomía
con su propio cuerpo, que lleva a la astrología hermética. Aprende el
poder de la palabra y
del pensamiento y sus efectos, manejando el poder magnético e
hipnótico, y recibe
gradualmente la ciencia de la Magia y el modo de utilizarla.
66. Más, para llegar a la cima del poder, debe preparar sus tres
cuerpos: el cuerpo
físico, el cuerpo de los deseos y el cuerpo mental, de los cuales
salió vencedor en las
pruebas.Domina el cuerpo físico por medio del ayuno y el ascetismo. El
ayuno purifica y el
ascetismo domina sus sensaciones venciendo la sed, el frío, el calor,
el cansancio, el
sufrimiento y todas las molestias materiales.
Debe mantener el cuerpo limpio, dormir poco, trabajar mucho; su
alimentación debe
ser buena y natural y no debe beber sino agua.
67. Domina el alma o cuerpo de los deseos matando las pasiones, la
ambición, el
ansia de poseer, el bienestar personal, el egoísmo, etc. Debe lograr
ser indiferente a las
alegrías y los dolores, a los placeres y sufrimientos, de modo que
nada altere jamás su
tranquilidad de pensamiento. En este periodo tiene que aprender
ciertas obligaciones
místicas, rituales y costumbres, prácticas y oraciones.
Para dominar su tercer cuerpo, que es el mental, debe dedicar todos
sus
pensamientos al mundo interno, silencioso en sus meditaciones,
enviando su poderosa
voluntad a distancia para cumplir ciertos deberes. Desde ese arte
puede llegar a los planos
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superiores de la Vida Espiritual, donde se alcanza la Iluminación y el
conocimiento de la
verdad.
El dominio de los tres cuerpos es necesario para la última prueba que
equivalía al
coronamiento de toda la Iniciación. Significaba la renuncia completa a
todo lo vulgar y
terreno para alcanzar la suprema Luz, que sólo brilla ante los ojos
cerrados por la muerte
física.
68. Esta última prueba consistía en colocar al discípulo en un
sarcófago.
Metido en él, debía pasar, inmóvil, toda la noche, entregado a una
meditación
profunda y a rezos especiales. En esas condiciones realizaba la
proyección del cuerpo
astral según los métodos que le habían enseñado, y su cuerpo
invisible, arrastrado por las
corrientes de los mundos superiores, ascendía a las alturas donde se
le decía la última
palabra, donde conocía el último secreto de la Verdad absoluta. AI
rayar el día siguiente, se
levantaba del sarcófago otro hombre: un Adepto, perteneciente a la
suprema Jerarquía de la
Iniciación. Sus poderes eran indescriptibles, y sus obligaciones y
responsabilidades,
espantosas.
Nadie sino un Maestro de la Sabiduría Secreta sería capaz de hacerles
frente.
69. La entrada al mundo astral exige el dominio de los tres cuerpos
arriba indicados:
el aspirante debe ser puro en el cuerpo físico, en el cuerpo de los
deseos y en el cuerpo de
los pensamientos o, en otros términos, puro en pensamientos, deseos y
obras.
La Verdad es interna y, para llegar a ella, debemos entrar en nuestro
mundo interno
y hacer de nuestro cuerpo físico un sarcófago. Gracias a la meditación
profunda y a la
oración mental, el espíritu penetra en las corrientes divinas y
asciende hasta el Padre que
“dará al vencedor el maná escondido y le entregará una piedrezuela
blanca y, en ella, un
nuevo nombre escrito, que nadie conoce sino aquel que lo recibe”.
Al final indicaremos los ejercicios adecuados para estos ensayos.
70. Hay quienes creen que los templos de la Iniciación se extinguieron
antes de la
Era cristiana. Tal vez sea verdad, pero no debe olvidarse que, si la
Iniciación Egipcia
desapareció, otras Iniciaciones, más importantes y más prácticas,
surgieron del judaísmo y
que el Cristianismo nos trajo la más acabada.
Hoy se nos dice que conviene ir a buscar en el Tibet la palabra
perdida; que en las
cimas inaccesibles del Himalaya está el retiro misterioso de los
Maestros. No negamos “la
existencia de seres excelsos en esa región, pero debemos comprender
siempre que el
Himalaya es también un símbolo, igual que la Pirámide de Egipto, de
cuanto permanece en
el mundo interior del hombre.
La entrada invisible sigue abierta; la senda, hoy como entonces,
existe. No la
pueden recorrer sino quienes ponen en práctica los cuatro consejos de
la Esfinge, guiados
por un propósito decidido y desprovisto de curiosidad malsana.
Dondequiera que estén,
pueden hallar el camino porque los Maestros Internos velan y su
atención llega a todas
partes”.

Hasta aquí lo escrito por Jorge Adoum.


Aquí están entregados en forma velada los TRES PASOS de la iniciación, Morir, nacer y sacrificio. Es la eliminación del ego y todas sus ramificaciones, nacer, sabia utilización de la energía creadora, la energía sexual, mediante la castidad, la transmutación del la que hemos escrito en pasadas informaciones; no derramar el semen. Sacrificio, que es el hacer los dos pasos y el tercero.
Paz Inverencial
Maeseanonimus